Tiempo atrás te hablé de la muerte, te dije que según la física cuántica la consciencia no es finita porque es el alma quien permanece viva; independientemente del espacio tiempo que decida estar.
Sin importar el camino que elijamos en la vida, a todos en algún momento nos tocará trascender porque esa es la ley absoluta e irremediable del destino; por supuesto, la forma en la que decidamos hacerlo, sólo es parte de nuestro plan maestro.
Poco hablamos del tema de la muerte porque nos da miedo indagar qué hay detrás; como te lo he mencionado en un par de ocasiones los seres humanos tenemos el terrible hábito de humanizar todo aquello que va mas allá de nuestro raciocinio; creemos en el Dios que tiene cuerpo de hombre; seguimos pensando que es inexistente cualquier extensión que provenga de la energía más poderosa, porque no se expresa con base en los condicionamientos que nos demanda una comprobación de su existencia.
Nuestro concepto de muerte sigue basado en la consciencia de separación porque seguimos cómodamente dormidos sobre una amnesia colectiva y por eso, nos sentimos en un tercer plano en relación al Universo, Dios o energía, razón por la cual, la muerte se vuelve desconocida porque aquello con lo que no contactamos estando en “vida”; nada nos asegura que nos acompañará estando sin ella.
Decidí escribir acerca de la muerte porque hace unos días partió uno de los hombres más importantes para mí y quien fungió como mi abuelo; él decidió experimentar 93 años de vida, tuvo hijos, nietos y una esposa a quien amó y quien eligió irse 7 años antes que él; mi abuelo fue un hombre integro, responsable, amoroso, compasivo, alguien a quien jamás le escuché criticar, condenar, burlarse, excluir o cuestionar a otros; un hombre siempre callado e introvertido, eso me hacía honrar el silencio como lo más preciado, un ser humano que tuvo atributos enormes y que dejó el mismo tamaño de huella a aquellos que le amaron; simplemente un hombre inolvidable.
¿Cómo viví su muerte? La viví desde un lugar de aceptación y sin resistirme a su pérdida porque en ese momento comprendí que si me resistía a aceptar el hecho, no sólo sentiría dolor sino que el sufrimiento me buscaría para hacerme compañía; recuerdo sus últimos días, en la víspera de año nuevo algo en mí supo que pronto se iría, así que le agradecí su presencia y le compartí lo mucho que lo quería y que honraba haberlo elegido como abuelo; le dije que si necesitaba descansar lo hiciera sin ningún impedimento; él me sonrió, asintió con la cabeza y me contestó: “gracias y aquí seguiremos”; ese momento lo llevaré impreso en mi memoria por el resto de mi vida, nueve días más tarde, él decidió marcharse, ¿y sabes? A pesar de que ya no esté en materia, él sigue presente cuando lo invoco en mi mente; sé que nunca olvidaré a mi abuelo porque gracias a que existió, yo existo y con eso me basta para tenerlo vivo.
Hay personas que siguen su camino de una forma más repentina y se van sin que logremos decir adiós; sé que mi abuelo era un hombre mayor y quizá fatigado de tantos años, pero aún así, era imposible dejar de percibirlo eterno y a pesar de que cumplió un ciclo de vida, ninguna despedida es suficiente; es sólo cuando estás en ese momento, a lado de un cuerpo sin alma, sin espíritu y sin vida, cuando en verdad comprendes que nada ni nadie, es tuyo.
La despedida de mi abuelo me hizo comprender que él no será el único que yo vea partir ni que me quede por despedir; eso me ha hecho agregar consciencia a que lo más amoroso que podré hacer por mí, es dejarlos ir sin atar a nadie a mis condicionamientos; quizá ya no puedo verlo ni tocarlo pero tengo la certeza de que él está bien; lo creo porque cuando celebramos la vida a través de la muerte, regresamos a nuestro estado más pleno que es esa libertad que no necesita reconocerse a través de otros para pertenecer; sólo nos convertimos en la consciencia que permanece eterna en otro lugar y en la inexistencia del tiempo.
Han pasado sólo 8 días y aún me duele, pero ya no cuestiono mi dolor ni le exijo que se vaya, tampoco lo reprimo sólo porque los demás dicen que debo de ser fuerte; me permito sentir porque soy consciente del impacto que tienen mis estados emocionales en cada experiencia inevitable de este viaje.
Me parece increíble cuando alguien que amas tiene la capacidad de contribuirte a una parte de tú felicidad; y de repente, se vuelve parte de tu tristeza; me doy permiso de llorarle y lamentar su partida un tiempo más; no condiciono mis tiempos para dejarle ir, eso sucederá cuando esa memoria ya no traiga ningún tipo de dolor consigo; recuerda que cada persona vive un proceso de entendimiento y aceptación por lo tanto, cada quien lo experimenta como sabe y puede porque su proceso es tan sagrado como cualquier otro; elijo creer que él está con los suyos en un lugar al que aún no pretendo llegar, pero cuando lo haga, sé que él estará ahí para abrazarme y darme la bienvenida; por hoy, la vida sigue para mí y para todos.
Es muy difícil admitir que alguien a quien amamos se ha ido porque detiene todo nuestro mundo; pero quiero decirte que ya no es necesario que te angusties porque aquellos que estuvieron listos para cerrar sus ojos y despertar en otro lado siguen viviendo en ti y a pesar de su inalcanzable viaje tengo la seguridad de que cuando nos corresponda inmaterializarnos, todos los que se fueron estarán listos para recibirnos y unirnos a su increíble momento.
Nadie en este mundo sabe cuando llegará nuestro tiempo de reencuentro, sólo puedo sugerirte que vivas, que experimentes, que ames, que rías, que abraces, que expreses, que llores, que sueltes, que integres, que aceptes, que te caigas y sigas adelante, que perdones, que existas, que seas consciente y sobretodo, que aprendas a vivir con la ausencia de todos y en presencia de ti porque si nada de eso haces, entonces tu vida no habrá servido de mucho.
Yo sé cuánto extrañas a quien se fue y posiblemente lo harás siempre, sin embargo, cada vez te harás más consciente de que vivir sin ellos es posible, por favor cuando te des cuenta de ello, no te generes culpa porque eso no significa que olvides, representa que has entendido que esos viajeros han respetado que te quedes a seguir experimentando la vida y si aún tienes miedo de dejarles ir; elige no quedarte con ese amor que ya no pudiste entregarles, mejor repártelo a todos aquellos que se sienten perdidos sin alguien; aquellos a quienes les preocupa existir en soledad; aquellos que están enfermos y no tienen con quien contar; aquellos que no saben cómo vivir sin el enojo a su lado; aquellos que no saben cómo aceptarse ni amarse, porque si algo nos sobra a todos, es amor para dar.
Hasta siempre Abuelo,
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