Es una de las emociones más profundas, que más nos rompen; una acumulación de añicos que vamos abandonando dentro y que resguardamos mientras el alma llora en silencio.
Lo más grave es que pareciera que estamos dispuestos a vivir de esa forma durante nuestra terrenal existencia, donde sólo nos mantiene vivos el aire que se almacena en los pulmones mientras cargamos un costal lleno de penas y sufrimientos.
Considero que la tristeza es una de las emociones que más cobijamos para que siempre nos cubra y proteja, incluso de la felicidad que se vuelve un reto alcanzar.
Defino a la tristeza como el dolor almacenado de algo que probablemente no queremos aceptar; para mí, la tristeza tiene múltiples disfraces que nos hacen creer que nuestra realidad es vivir de esa manera y mostramos al mundo máscaras para ocultar lo que en verdad necesitamos decir, gritar y sentir.
Cuando tenía 13 años viví una de las experiencias más desafiantes; mis padres perdieron todo lo que tenían y atravesamos situaciones muy duras: las colegiaturas no podían ser cubiertas, nos mudamos a un departamento más pequeño porque no podíamos pagar la renta; sin muebles durante varios años salvo dos camas y un frigobar para cuatro; peleas constantes, agresiones etc. Y yo, con esos constantes cuestionamientos del: ¿por qué la vida es así? me sentía como si estuviera muerta en vida y en ocasiones pasó por mi mente quitarme la vida, pues se volvió agrio ver que la tristeza abrazaba a mi familia.
Pasaron los años y todo se fue arreglando; comprendí que no se trató de un castigo o de soportar el tiempo; mas bien, a mi familia y a mí nos acomodó quedarnos bajo la sombra de esa tristeza, apagar la fe y descomponer la dicha culpando al destino y a la vida misma.
Osho dijo una vez:
Si cambiamos nuestra tristeza por celebración, entonces también
seremos capaces de cambiar la muerte por resurrección.
Estoy segura de que a veces se necesita pasar por la tristeza para sentir felicidad, porque estar tristes significa sólo una cosa: estar viviendo la ausencia del verdadero objetivo que nos regala la vida, ser felices aquí y ahora; a pesar de las circunstancias que calificamos como buenas o malas y que sólo forman parte de nuestra evolución y crecimiento.
Hay quienes aseguran que la tristeza es un lamentable sentimiento y miran a la felicidad como una recompensa que se gana después de una lucha interminable.
Si eres una de esas personas que lleva un costal hecho de cargas, te invito a que te des permiso de liberarlas; ya no tienes por qué aguantarlas ni mucho menos cargarlas, no permitas que esa tristeza que a veces se entierra, sea la dueña de tus pensamientos que se materializan desde que despiertas; date la oportunidad de llorarte a ti y a ella, y como la sal del océano, permite que tus lágrimas zurzan los agujeros de tu alma rota y cuando eso suceda, entonces sí, comenzarás a darle luz a tus días.
Con todo mi corazón,
Shary ChavLó.
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