10, 9, 8, 7, 6, 5, 4, 3, 2, 1 este es el conteo que más emoción me daba al comenzar otro año; así de simple, sencillo y sin esfuerzo, es como si cambiáramos de una página a la otra; recuerdo que cuando estaba pequeña no sabía si comer las uvas y después decretar mis 12 deseos, pero en la emoción del momento me atragantaba y se me olvidaba lo que quería pedir; por supuesto, muchos de esos deseos no los cumplí, además de que fueron cambiando con el tiempo y con la edad.
Creo que el 90% de los deseos que nos prometemos se quedan sin cumplir porque en el proceso nos damos cuenta que cumplir un propósito requiere de nuestra voluntad y sobretodo, de nuestra corresponsabilidad para crearlo; toma en cuenta que si existimos es porque estamos hechos de la misma energía que Dios, el Universo o la existencia, esto quiere decir que co-creamos a la par de esa resonancia y esa creación no es buena ni mala, sólo es, porque está aunada a un aprendizaje que necesita de nuestra alma para evolucionar; sin embargo, cuando nuestros pensamientos nos engañan mediante las creencias que provocan más carencia, caemos en cuenta de que el hoy se parece al ayer y seguro se volverá el mañana.
Este 2020 fue uno de los años más desafiantes que la humanidad ha experimentado y el deseo de muchos fue que terminara pronto, esperando que en el 2021 todo cambie para bien; es un hecho que el año pasado nos enseñó mucho de nosotr@s mism@s, nos obligó a soltar el control de aquellas situaciones sin respuesta, nos hizo reconciliarnos con las pérdidas de aquellos que visualizábamos para siempre y sobretodo, nos hizo revalorar a esas personas de quienes nos separamos para no contagiar o ser contagiad@s.
“La que pienses, lo serás. Lo que sientes, lo atraerás. Lo que imagines, lo crearás.”
Buda.
Esta vez al sonar las 12 campanadas, sentí que mi nuevo conteo no tuvo el mismo sentido de antes porque una parte de mi pensaba que el 2020 nos quedó a deber, nos quedó a deber risas, esperanza, salud, abundancia, tranquilidad y felicidad, pero verlo de esta manera significaba elegir mis proyecciones; por lo tanto, dejé de buscar la culpa y asumí la corresponsabilidad que tengo como miembro de un colectivo del que soy parte y me di cuenta que no se trata del año sino de mi misma para hacer los cambios que necesito manifestar en mi vida; acepté que muchas veces me invadieron los miedos y las inseguridades y mi reto estuvo en encontrar el sentido espiritual de todo lo que viví colectivamente y personalmente; porque como todos, tengo esa enraizada necesidad de creer que hay cosas que son imposibles cuando en realidad esa es una idea de mi mente para detenerme y de esa manera seguir siendo leal a los patrones de escasez y a los votos de constante negatividad.
Es un hecho que el 2020 fue un maestro duro en su enseñanza porque se llevó a muchos a quienes amábamos, personas de quienes éramos inseparables para regalarnos su muerte o para separarnos por miedo a contagiarnos los unos con otros, pero nos enseñó a reconciliarnos con el amor propio para resonar en él como un estado consciente y libre comprendiendo que los demás no se llevaron nuestro amor sino que éste siempre se quedó a la disposición de un@ mism@ y que además, nos obligó a respetar el viaje de los demás y a soltar el control que ejercemos sobre otros; se llevó nuestro trabajo, aquel en donde recargábamos toda nuestra abundancia para tomar consciencia de lo dependientes que estábamos a nuestra zona de confort y replantearnos qué es lo que verdaderamente nos hace felices; nos dejó una gran huella de violencia intrafamiliar para darnos cuenta que ya vivíamos esclavizados a ella y que es momento de renunciar a esos patrones de dolor y ausencia; nos quitó pertenencias para dejar ir el apego y hacer las paces con nuestra humanidad para quitarnos ese pensamiento relacionado a que todo en nuestra vida tiene que ser perfecto.
Este año no quise decretar nada ni asegurar que será “el mejor año de mi vida” porque eso depende de la interpretación que le de a mis experiencias creadas y materializadas; esta vez me dediqué a agradecer 12 cosas que tuvo el 2020, agradecí que estoy saludable, que sigo sanando y despertando, que cada día tuve comida en mi mesa, que pude observar mis pensamientos carentes y transformarlos, agradecí por mi familia, amigos y humanidad, agradecí mi trabajo y honré al Universo que me ayudó a mantenerlo, agradecí porque existo y si lo hago es porque seguramente tengo un gran propósito que llevar a cabo.
Toma en cuenta que entramos a un año “5” que significa el año de la voluntad; así que considero que para co-crear un año 2021 próspero, necesitas pensar qué quieres y saber qué es lo que harás para lograrlo; deja de echar culpas al gobierno por tu economía cuando éste es responsable de una economía nacional no de tu economía personal porque ésta depende de tus creencias, piensa con amor y materializa de la misma forma porque el amor es y será la respuesta; no pidas más de lo que das ni tampoco recibas menos de lo que esperas, conéctate a la gratitud todos los días aunque sientas que no haya mucho que agradecer; no pienses que por cambiar de año cambiará tu vida, es mejor que cambies tu vida para que tu año cambie; al fin, no se trata del futuro sino de cómo absorbes tu presente; no te prometas que seguro encontrarás el amor para quitarte el peso que te genera la soltería, mejor date a la tarea de encontrar el amor propio para sólo vibrar en ese amor que te has quitado por miedo a aceptarte; creo que la única promesa que hay que hacernos y sobretodo accionarnos en ella es que aprendamos a ver la empatía como la única herramienta de solución que nos aleje del juicio y comparación para convertir el amor en un servicio que nos conecta; agradece que el 2020 te enseñó mucho de ti pero sobretodo nos enseñó a abrazar nuestra fragilidad humana para comprender que todos somos parte de un mundo en donde todo es uno.
Amoroso 2021, Shary ChavLó. ∞
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