En un episodio de mi infancia, mis padres no quisieron enviarme al colegio porque había un eclipse de sol, ese día me quedé en casa junto con mi hermana porque mis padres tenían que irse a trabajar; recuerdo mi casa con las cortinas abajo porque yo tenía curiosidad de saber qué era lo que pasaba afuera, pero mi madre decía que si yo veía el eclipse directo corría el riesgo de quedarme ciega, así que preferí quedarme con la curiosidad e imaginar cómo podía ser un día sin sol. 

Si hay algo que nos enseñaron fue prepararnos para enfrentar la vida; entre esos enfrentamientos estaban las enfermedades, cuando te sentías mal, tus padres corrían a ver a tu pediatra o doctor para atenderte; por consecuencia, nuestra mente guardó en su memoria la existencia de una persona que puede ayudarnos a través de la medicina cuando nos sentimos mal para que nos recete algún medicamento que hará que la enfermedad desaparezca, esa posible solución nos hace sentir seguros de existir sanos en este mundo. 

Como bien sabes, el mundo está atravesando una enfermedad llamada coronavirus, un síntoma que nos está retando y conectando con la crisis porque lo evalúan desconocido para la medicina y si hay algo con lo que no sabemos lidiar como seres humanos, es con la incertidumbre por ende, la rechazamos; por lo tanto, la mente orientada por el ego se protege a través de la alerta y el caos que nos hace reaccionar y activar nuestros métodos de defensa como el pánico y el miedo.

El coronavirus es una enfermedad infecciosa que causa conflictos respiratorios y otros síntomas que lo acompañan, ésos que hemos creado y etiquetado como enfermedad son la consecuencia de nuestras memorias emocionales; pero recuerda que hemos sido programados para buscar explicaciones en las causas externas y de esa manera tener algo qué culpar para que así, podamos justificar nuestro miedo; todo aquello que materializamos proviene de la creencia inconsciente colectiva del no merecimiento porque nuestro poder de merecer lo relacionamos al sacrificio.  

La complejidad del coronavirus es que en el peor de los casos puede llegar hasta los pulmones y producir una neumonía; los pulmones nos ayudan a generar un intercambio de oxígeno y bióxido de carbono, por lo tanto, la pregunta clave sería: ¿por qué no merecemos respirar bienestar? Recuerda que el aire es el elemento fundamental que nos ayuda a conectarnos con la vida y sobretodo, nos ayuda a reconciliarnos con nuestra mortalidad. 

“Solamente un individuo que no se encuentra atrapado en la sociedad puede influir en ella de manera fundamental.”

Jiddu Krishnamurti.

Desconozco los motivos políticos y sociales que existen detrás de esta situación; desde mi perspectiva, políticamente es la estrategia para cerrar las fronteras, cosa que desde antes se pretendía hacer sólo que no había una razón de peso para lograrlo justificadamente; socialmente es la distracción ideal sobre las crisis que estamos atravesando como humanidad; entre ellas, las mujeres violentadas, los niños secuestrados, la trata humana, el impacto del cambio climático, guerras en muchas partes de mundo, etc. Pero nada de lo anterior, ha causado el mismo impacto porque la posibilidad de que te suceda algo de ello, es menor al contagio de este virus que fue creado con un propósito específico que es que logremos reconectar con la empatía porque el contagio no le está pasando a las mujeres, a los niños, a los ricos a los pobres, nos está sucediendo a todos como recordatorio de que somos iguales y que el dolor se vive igual.

Quiero creer que no existe algún tipo de interés de por medio y que esto nos ayudará a tomar consciencia de los lugares en donde estamos vibrando fuera de la unidad, porque si algo hemos perdido es el interés por el/la otr@ y ese pensamiento disociativo nos ha hecho materializar la separación; recuerda que todo lo que experimentamos lo hemos creado con nuestros pensamientos, resonancia e intenciones con las que diario nos dirigimos al mundo. Si lo vemos desde otro punto, uno de los síntomas de este virus es la tos, la tos a nivel inconsciente significa la falta de expresión que existe y esa carencia de voz es expulsada como estallido a través de la tos; el dolor de garganta se debe a todo aquello que no hemos podido decir por miedo al rechazo; respirar es la única fuente verdadera que nos conecta a la vida porque fue lo primero que hicimos al llegar al mundo y será  lo último que hagamos cuando trascendamos al mundo espiritual; entonces más allá de una pandemia, esto parece un suicidio colectivo por temor a vivir las consecuencias de lo que junt@s hemos creado.  

Quiero decirte que esta situación no es para que la vivamos desde la culpa; lo que significa que dejemos de pensar que Dios nos está castigando o que busquemos apegadamente el por qué sin aceptar que en la realidad, esto nos está pasando y que sale de nuestro control; por lo tanto, no permitas que sea la culpa, el miedo, la crisis las que te hagan actuar desde la desesperación; esos estados no te hacen pensar en el/la otr@, porque el hecho de que esta situación supere tu lógica no significa que tengas que actuar irracional sólo porque tus pensamientos limitantes le están ganando a tu paz interior. 

Si vas a quedarte en cuarentena es para que reflexiones, así que date la oportunidad de observar tu vida y primero haz cambios en ella, después tómate el tiempo de pedir por la humanidad de la que eres parte y asume tu responsabilidad como ser social; impídete a ti mism@ que el miedo te gane porque cuando el miedo nos lleva de la mano, nos pierde; a partir de ahora todos los días de tu vida, piensa en positivo, ponte a dieta de crítica y aliméntate de amor; haz actividades que te reconecten con la vida, deja de poner pretextos y acciónate para lograrlo porque si está sucediendo esto en el mundo es por la abismal separación que hemos construido humanamente y que ha impedido que nos reconciliemos con nuestra fragilidad; y a abrazar esa vulnerabilidad que nos enseña que nadie tiene el control total ni tampoco conoce todas las respuestas.  

Somos luz, Shary ChavLó