Cuando por fin estamos en esa relación soñada y después de un tiempo sentimos que todo deja de ser miel sobre hojuelas, los problemas comienzan aparecer porque vibramos desde el lugar del reclamo:
¿por qué ya no es amoroso, por qué ya no me atiende como antes, por qué ya no me procura, por qué me descuida, por qué ya no me quiere? etc.
La relaciones son las maestrías más desafiantes a las que nos enfrentaremos el resto de nuestras vidas, porque vienen a enseñarnos lo más obscuro de nuestra personalidad.
Como te he dicho antes, desde que éramos niñ@s no fuimos enseñados a gestionar nuestras emociones ni pensamientos y accionábamos de acuerdo a lo que percibíamos del exterior; por supuesto se volvió costumbre identificarnos con la culpa, porque eso era lo que nos hacían sentir los demás si cometíamos algún error, si tirábamos algo, si reprobábamos alguna materia, si nos enojábamos, si llorábamos, etc. Desde esos aprendizajes se desarrolló nuestra inteligencia emocional para desenvolvernos en el entorno.
En la adolescencia comenzamos con la reafirmación de nuestra seguridad para ser aceptad@s por el sexo opuesto; recuerdo que cuando iba en la preparatoria conocí a mi “amor platónico”; lo seguía a todos lados, le mandaba cartas de amor y corría a la hora del cambio de clase para encontrármelo. Jamás me atreví a presentarme con él por miedo a no gustarle o porque sentía que no era lo suficientemente linda para él. Cuando lo vi con su novia recuerdo que hice el peor drama de mi vida, llegué a casa a poner todas las canciones de despecho y a llorar como si mi vida hubiera terminado ese día; en ese momento sólo pensaba en culparlo pues por “su causa” me sentía la mujer más indeseable del mundo; por supuesto, jamás pasó por mi mente comprender mis emociones ni tomar responsabilidad del por qué me sentía así, ni mucho menos comprendía que yo era la única que podía desapegarme de esas emociones dolientes.
Nuestras emociones son reacciones biológicas para adaptarnos al ambiente y comprender por qué nos afecta esa experiencia; sin embargo, nos resultan incomprensibles porque gran parte de la sociedad se ha adaptado a un entorno ausente emocional; debido a que desde la época de nuestros ancestros sentir dolor era motivo de vulnerabilidad que equivalía a debilidad, por esta razón originamos una consciencia de apego que sólo nos ha enseñado a aferrarnos a lo que no existe, para cubrir la verdad que nos hará emocionalmente libres. Sin embargo, para ese inconsciente colectivo esa libertad emocional resulta un peligro, por lo que preferimos vibrar desde nuestra represión emocional para adaptarnos al ambiente.
Recuerda que los estados más poderosos que tiene el ser humano a su alcance son el amor, la felicidad y la paz, pero se construyó la creencia de que esos estados fundamentales y necesarios sólo pueden adquirirse cuando alguien nos los puede dar.
Cuando vibramos en esa consciencia, llega a nuestra vida esa persona que tiene la misma represión emocional inconsciente; porque recuerda que todos nos atraemos por resonancia de acuerdo a una programación disfuncional. Por eso, cuando encontramos a alguien, son nuestros patrones los que se enamoran porque encontramos a esa persona que encaja perfectamente en nuestra carencia emocional.
Al final de nuestro enamoramiento, nos enfrentamos a la relación verdadera, aquella que nos confrontará de las peores maneras, porque esa persona a quien llamamos pareja nos demostrará todos esos aprendizajes que tuvimos desde la infancia y que necesitamos trascender para avanzar a lo siguiente.
Nuestro gran error es que constantemente buscamos a las parejas que se adapten al tiempo de un para siempre en lugar de aquellas que estén sólo en el presente, porque estamos acostumbrados a convivir con relaciones emocionales pero no conscientes.
«Todo lo que nos irrita de otros nos lleva
Carl Jung
a un entendimiento de nosotros mismos.»
Seguimos atrapados en esas relaciones emocionales porque todas esas parejas y personas con las que convivimos diariamente nos ayudan a activar nuestras emociones más reprimidas a través de nuestras constantes proyecciones, mismas que nos asisten a identificarnos como seres completos.
Si estás en una relación en la que vives confrontad@ constantemente, antes de juzgar y señalar al otro como el culpable de tus procesos emocionales primero acepta cómo te sientes y observa qué tipo de emociones surgen ante lo que el/la otr@ te expresa. Para que aprendas a crear una relación consciente necesitas conectarte a lo que existe hoy, pero si te basas en tus recuerdos emocionales, jamás sabrás salir del pasado y eso te llevará al final de tu relación.
Si estás buscando una relación, por favor quita de tu mente que necesitas a ese otro para que te haga feliz o te brinde amor; porque resonarás con una persona que carezca de aquello que buscas para que entiendas que sólo puedes dártelo tu mism@ y por fin, te liberes de esa necesidad que crees tener; sigue trabajando en ti mism@ porque entre más te ames, atraerás a personas que lo hagan; recuerda que la clave de la vida consiste en que todo lo que pedimos, primero hay que saber darlo nosotros para después recibirlo.
Desafortunadamente nuestras relaciones son tratadas a través de una infancia emocional, por eso es más sencillo actuar desde el lugar de la victima, porque la víctima espera que el otro cambie mientras se alimenta de su propio sufrimiento. Tus emociones son sagradas y te llevarán a vivir diferentes experiencias, pero si no te vuelves consciente de ellas y permites que los demás tengan el control sobre cómo te sientes, entonces vivirás pres@ de emociones que lo único que harán será privarte de tu propia felicidad.
Aprende a sentir, Shary ChavLó ∞
Leave A Comment