Cuando decidí lanzar mi propio proyecto de vida, al principio sentía miedo; combinado de una profunda incertidumbre, en ese momento yo tenía un empleo fijo, pero algo dentro de mi ya no quería laborar en ese lugar, sino dedicarme a lo que yo quería. Fue en esa vibración de querer estar allá, estando aquí; que fui despedida.

Cuando me despidieron sentí un alivio significativo, porque ya no iba a someterme a los horarios laborales que me parecían irracionales; ahora sería dueña de mi tiempo, de mi vida y de mis sueños.

En el transcurso de mi proyecto me he enfrentado con retos, inseguridades, desmotivaciones pero en el fondo, sé que he crecido de forma personal, profesional y espiritual; no te mentiré, he llorado y en muchas ocasiones he dejado de creer en esto; sin embargo, sigo adelante a pesar de las piedras que yo sola me he puesto en el camino.

Te platico esto porque tendemos a condicionarnos con nuestras creencias más agresivas; porque para mi inconsciente que estaba programado con ideas tales como:

No hay”, “no se puede”, “es muy difícil”, “sólo lo consiguen aquellos que nacen con estrella”, “si te dedicas a esto, te morirás de hambre”, etc; ¿cómo podría ambicionar ser la dueña de mi propia empresa?, ¿cómo podría creer que puedo vivir cómodamente de lo que me gusta?, ¿acaso yo también puedo?

Como sabes, soy escritora y semanalmente dedico un escrito a ciertos temas; desde el principio de la semana lo primero que hago es calendarizar todo lo que publicaré, posteriormente escribo y doy espacio a la creación de talleres y conferencias que quiero dar; mi día comienza temprano, voy al gimnasio y regreso a casa a trabajar.

Ser dueña de mis tiempos me ha hecho sentir sumamente culpable porque dentro del sistema colectivo es indispensable dedicar tu vida a una cierta función para la que fuiste contratad@ y ahora nada de eso existe para mí, sólo mi proyecto y yo.

Sólo cuando la mente está libre de ideas
y creencias puede actuar correctamente.

Jiddu Krishnamurti

Nuestros condicionamientos están basados en las experiencias que hemos tenido en el pasado para construir nuestras creencias. Recuerda que nuestro instinto de supervivencia es seguir con los mismos patrones de repetición, con tal de no liberarnos de un sistema que nos ha atado por miles de generaciones; aunque nos haga creer que somos libres.

En ciertas ocasiones, he pensado en abandonar lo que hago por miedo, pero no es un miedo basado en que no sucederá porque todos los días me sucede algo mágico; es el miedo de que no sucede como yo quiero y en el momento que yo deseo, en ese condicionamiento me vuelvo injusta conmigo misma y dejo de creer que yo también puedo manifestar lo que deseo, ¿y te digo algo? Para que las cosas nos sucedan, no hace falta que hagamos algo, lo que necesitamos es confiar y ese no es un condicionamiento; es una verdad.

Si te das cuenta, las mujeres tenemos miles de condicionamientos; entre ellos tener un físico perfecto; porque detrás de esa creencia reside nuestra necesidad de aprobación ante un sistema que ha dejado a la mujer en conceptos que están por debajo del valor de la existencia.

La imagen del hombre ha sido sobrevaluada porque el Dios de cerámica al que se le reza así como ángeles, santos y cualquier otra figura divina, ha sido percibida como un hombre; eso a nivel colectivo ha ocasionado que ese género distorsione su función como seres que también lloran, sienten y crean.

Seguimos condicionados en buscar una pareja que nos de amor; seguimos creyendo que la felicidad es una meta que hay que lograr en alguna etapa de nuestra vida; continuamos con el condicionamiento de que aquellos que tienen, son los más valiosos; seguimos creyendo que los culpables son los que nos hacen daño dentro de una historia de la que también participamos; estamos condicionados a los errores del pasado con la frustración de querer cambiarlo; seguimos condicionados en ser alguien para que nunca seamos un@ mism@.

La realidad que vivimos está elaborada por un sin fin de creencias que el entorno nos ha impuesto para adaptarnos a un sistema que sólo sabe identificarnos con etiquetas; y en esa necesidad de pertenencia y gran herida de reconocimiento, buscamos la aceptación en los lugares más dolorosos e irracionales; y eso nos aleja de transformar a un colectivo que quiere seguir hipnotizado ante una ilusión.

Parece complicado transformar esas creencias que nos han condicionado por miles de generaciones, pero la decisión de pertenecer o continuar así es parte de tu libre albedrío; si no comienzas a observar desde qué lugares te condicionas, seguirás eligiendo a los representantes que le den forma a tu destino y esa es una de las agresiones más silenciosas, porque te identificarás con esos condicionamientos que te hacen creer quien eres; cuando en realidad son tus creencias las que te impiden convertirte en la persona que estabas destinada a ser, por miedo a dejar de pertenecer.

Vuélvete libre, Shary ChavLó