Fotografía: Gregory Colbert. 

Desde que era niña, creía que la mente humana tenía el suficiente potencial de hacer y deshacer todo lo que imagináramos; incluso, pensaba en lo increíble que podría ser leer la mente de los demás.

Veo a la mente como esa herramienta que puede ser nuestra mejor amiga o nuestra peor enemiga; cuando nos envuelve en pensamientos que nos atormentan y se traducen en la visión de nuestra realidad.

Cuando hablé del ego, comentaba que gran parte del tiempo se pone al servicio de nuestra cabeza y de esa manera lo lleva al miedo, transportándonos a dos espacio-tiempo:

Al pasado que nos genera culpa y al “por qué” como látigo de nuestro castigo, experto en recrear los hechos dolorosos preguntándonos: ¿Por qué le dije? ¿Por qué se comportó así? ¿Por qué me lastimó? ¿Por qué no hice esto? ¿Por qué lo permití? ¿Por qué se terminó? etc.

Y al futuro, que nos hace sentir una profunda incertidumbre y nos atormenta con afirmaciones ilusorias de algo que aún no existe: “Seguro me van a despedir”, “Me abandonará y nunca encontraré a alguien”, “No tengo a nadie, me quedaré solo”, “Seguro me pasa algo”, “Ya no quiero estar aquí, pero a dónde voy a ir”, “Mejor me quedo en donde estoy, afuera la situación está terrible y se pondrá peor” etc.

La mente es todo, te convierte en lo que crees.

Buda.

Una de las grandes habilidades de la mente y el peor error que cometemos, es otorgarle el poder de dialogar con ella, eso ocasiona que los hechos que solo fueron eso, se transformen en historias tormentosas y construyamos relatos trágicos de lo que pasó o puede pasar; haciendo que nuestro día a día se convierta en la vida que la mente crea.

¿Por qué lo hace? Simple y sencillamente para protegerte, haciéndote creer que lo externo es peligroso y que es mejor permanecer en dónde estás, porque al final, ahí te encuentras bien pero en el fondo no es así.

En mi opinión, una de las razones por las que nos lanza pensamientos basados en la culpa o en el miedo, es porque posiblemente busca recordarnos que hay algo que no hemos querido dejar ir y quizá lo único que nos pide es que soltemos y sanemos esa parte de nuestra vida que nos sigue todo el tiempo; pero la decisión de soltar, es sólo tuya.

Para mí, una de las grandes ventajas que tenemos sobre nuestra mente es que ella está en función de nosotros, y por lo tanto, tenemos el poder de manejarla y no ella a nosotros.

La mente nunca se apaga porque está hecha para pensar; comprende que los pensamientos son y lo mejor que podemos hacer para controlarlos, es observar que están ahí y estar pendientes de las historias que nos relata, no para quedarnos participando como protagonistas de su novela, sino para observar el pensamiento que llega, dejarlo ir sin la necesidad de sobre-pensarlo y evitar que hagamos de un pensamiento miles de historias invisibles; el objetivo es entender el pensamiento, la raíz que inició todo, observarlo, aceptarlo y transformarlo, teniendo presente que un fenómeno observado y previamente aceptado es fenómeno transformado.

Es inusual que la mente nos atormente estando presentes, es astuta y sabe que en el aquí y ahora todo es inexistente; sólo debemos estar pendientes como buenos observadores de en qué momentos le gusta atormentarnos más, regresando al culposo pasado o volando al ansioso e ilusorio futuro.

Quiero que comprendas que la mente no es tu enemiga, al contrario, tiene la increíble función de crear la realidad que se convierte en tu vida; esto no significa que no puedas cambiarlo o que siempre habrá pensamientos dolorosos, tormentosos o innecesarios.

La mente te enseña a poner atención al momento que sucede y a ser el responsable de observar cada pensamiento y dejarlo ir sin que cause daño en ti. Trata de olvidar la mente del pasado y esa mente del futuro que se convierten en la solución de tu presente, permítete sembrar pensamientos positivos y que en conciencia, puedas crear la vida que tu deseas.

Un abrazo,
Shary ChavLó.