Como ser humano dual existen cosas que me gustan pero hay otras que me confrontan y me conectan con la separación en vez de la unidad; una de ellas es presenciar cuando las personas ocupan lugares de estacionamiento que son exclusivos para gente con alguna capacidad especial; me confronta porque no sé si hemos perdido todo tipo de empatía o simplemente no nos interesa ver a los demás porque ni siquiera nos atrevemos a vernos a nosotr@s mism@s.

La empatía es reconocer que cada un@ hemos vivido experiencias que nos han hecho sentir incapaces, sol@s, incomprendid@s, destrozad@s, humillad@s y avergonzad@s; y sin importar los escenarios en donde hemos experimentado ciertas situaciones que nos han hecho sentir bien o mal, esto nos hace reconocer que todos hemos vivido estados de angustia, rechazo, estrés y abandono; por lo tanto, cuando sentimos empatía hacia otro ser, nuestras memorias se exponen para hacernos recordar que tod@s atravesamos emociones desafiantes y cuando entendemos eso, nos sentimos un@ al otro y ese otro se vuelve un@ con nosotr@s; por otro lado, la simpatía es observar con base en nuestro juicio que la otra persona “no la está pasando bien” o pensamos lo difícil que puede ser su situación; sin embargo, no podemos identificarnos completamente con ella y a veces optamos por desearle que todo mejore; la diferencia entre ambas es que a la empatía se sostiene de la conexión de dos almas compartiendo el mismo recuerdo atemporal y la simpatía es determinada con nuestro juicio racional; desafortunadamente hemos llegado al punto en donde existen personas que no sienten ninguna de las dos.

Hace tiempo te comenté que yo nací con una ligera mal formación en los pies y si no hubiera sido operada a tiempo, podría haber sido considerada como una persona con una capacidad especial; creo que cuando nos hablan de inclusión sentimos más simpatía que empatía por aquellas personas que nacieron con algún bloqueo físico o mental  y en ocasiones, pensamos lo complicado que puede ser vivir así, porque si fuéramos empátic@s comprenderíamos que tod@s en algún punto de nuestra vida nos hemos sentido rechazad@s por ser “diferentes”.

Tod@s crecimos en distintos ambientes, pero con un mismo estándar que se basa en la aceptación externa mucho antes que la interna, y en nuestro proceso de desarrollo estuvimos rodead@s de situaciones y personas con quienes sentíamos resonancia porque vibrábamos en el mismo plano de consciencia en el que estábamos; desafortunadamente nunca fuimos preparad@s y educad@s para comprender que también existen personas que a pesar de verse diferentes son parte de la existencia que nos impulsa a reconocer otra forma de igualdad.

La inclusión nos permite integrar a todas esas situaciones y personas como parte de un todo que resuena igual y vibra desde la posibilidad limitando la imposibilidad; la falta de inclusión ha sido un problema mayúsculo en la sociedad, debido a que nos hemos constituido bajo creencias que nos hacen suponer que estamos separados y para conectar con esa unidad, debemos culpar, odiar, rechazar, abandonar, y esos estados divisorios, nos han hecho alejarnos de la inclusión de aquello que no queremos e ignoramos.

“El que es diferente a mí no me empobrece, me enriquece.”

Antoine de Saint-Exupéry.

Si te das cuenta, todos tenemos una clase de discapacidad; la primera es social porque somos incapaces de entender al otr@ y aceptarle tal cual es; la segunda es mental porque en el fondo de nosotr@s mism@s tenemos creencias que nos incapacitan para lograr lo que queremos y en consecuencia, seguimos pensando que no podemos, no tenemos y en donde todo es imposible; la tercera es la física porque contantemente nos olvidamos de nuestro cuerpo; el cuál, es el filtro de nuestras emociones reprimidas y sólo nosotr@s sabemos lo que callamos y lo que expresamos.  

Constantemente se nos olvida la línea tan delgada que existe entre la vida y la muerte, ambas dependen de la salud que las une; la salud es un derecho natural que debemos gozar, apreciar y reconocer; sin embargo, todos los días de nuestra vida esa plenitud puede verse afectada porque cuando no hay salud de por medio, nuestras capacidades intelectuales, físicas y energéticas se ven obstaculizadas; esto sucede para que logremos reconocer que la salud es el máximo y más bello atributo del que disponemos humanamente.

Para conectar con la inclusión, el primer paso es entender qué es; porque para resonar a partir de un igual, debemos aceptar aquello que excluimos de nosotr@s mism@s y de los demás, porque son l@s otr@s quienes nos enseñan ese auto-rechazo; por ende, si no hay aceptación en un@ mism@, difícilmente podremos incluir el exterior como parte de un aprendizaje y enseñanza; para comenzar a ser inclusiv@ empieza por ti; observa cómo te sientes y sin juzgar déjalo ir; acepta el lugar en donde te está poniendo la vida y vive sin reprimir; comprende que quien te confronta es él o la maestr@ para que entiendas que no tienes el control; crea empatía con quienes carecen de una parte de su cuerpo o no pueden entenderte cómo tú quieres, porque todos ell@s son parte del mismo planeta al que perteneces.

Recuerda que la inclusión es la herramienta más humilde que tenemos porque nos ayuda a reconocer nuestra dualidad y nos permite reconciliarnos con ella; observa a tu alrededor y date cuenta que no sólo eres tú, existimos muchos más que merecemos un espacio, respeto y libertad de elegir cómo queremos ser; siente empatía hacia las personas que tienen diferentes capacidades porque ell@s son tan human@s como cualquier otr@; la única diferencia es que se enfrentan al doble trabajo para ser comprendidas y aceptadas porque no sólo experimentan el desamor de una pareja, madre o padre sino de todo un colectivo que sigue creyendo en la perfección; por lo tanto, no caigas en esa trampa y cada que veas a alguien con alguna capacidad especial, intégrala a tu mundo porque seguramente vino a demostrarte otra poderosa forma de amar; así mismo, si tú eres hombre, deja de sentir simpatía hacia nosotras las mujeres porque la situación que vivimos cada día es sumamente preocupante porque aunque no lo creas, a tú vida siempre le acompañará la muerte, pero si tú eres mujer, por favor transforma la simpatía en empatía que tienes hacia otras mujeres porque cada mujer que llega a tú mundo trae la misma información que tú, que es que nos siguen haciendo creer que nuestro género está por debajo de Dios hecho hombre; en conclusión, si no quieres ver porque estás más ocupad@ en lograr que te amen en vez de amar, entonces que no te sorprenda cuando te sientas excluid@ por no ser cómo los demás quieren que seas.

Somos un@, Shary ChavLó